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 VELASCO

Ver también VELASCO_CASTROMOCHO.

 

     

 

El texto en azul está copiado de la obra “Documentac ión Medieval de la Casa de Velasco referente a Cantabria…” de Elisa Álvarez Llopis y otros.

 

"El fundamento de la Casa de Velasco fue su comienço de un cavallero de los godos, que suçedio de los godos que arrivaron en Santoña, que pobló en Carasa, que fiso alli sus palaçios…”

Las líneas con que Lope García de Salazar inicia su presentación y resumen “de la casa e linaje de Velasco e de donde suçedieron e suçeden los della son principales", en sus Bienandanzas e fortunas, nos ponen ya en contacto con una familia a la que aquel cronista del siglo XV consideraba arraigada en las tierras del norte del reino de Castilla. Más concretamente, cerca de la desembocadura del río Asón en el mar. Al menos, allí, en el barrio de Angustina, en el pueblo de Carasa, del municipio de Voto, se conserva (en la llamada casa de Velasco) lo que podríamos considerar un imaginario del solar original del linaje

La realidad, al menos la documentada, no se aviene con esta imagen marinera del origen de los Velasco. De hecho, es en una tierra situada a setenta kilómetros de la costa, a orillas del río Ebro, donde aparecen los primeros testimonios fidedignos de unos Velasco que tienen que ver con el linaje que se hizo famoso en el reino de Castilla en los siglos XIV y XV. Las menciones más antiguas a posesiones de personas de esa familia se localizan, en efecto, en los valles de Manzanedo y Valdivielso, esto es, en dos tramos del alto Ebro. Como la de tantos otros herederos en esa zona, su memoria nos ha llegado a través de donaciones o, en general, relaciones, en el primer tercio del siglo XIII, con el monasterio cisterciense de Santa María de Rioseco y, unos decenios más tarde, con el benedictino de San Salvador de Oña.

Es posible que, como se ha pretendido, algún miembro de esa familia de Velasco formara parte de las huestes de Alfonso VIII en la batalla de Alarcos en 1195 o que se contara, como tantos vecinos de las tierras de Castilla Vieja, entre los repobladores de la primera hora del antiguo reino de Sevilla, tras su conquista por Fernando III en 1248. Es posible, pero, por lo que sabemos hasta ahora, inseguro. Hay que esperar, por ello, hasta finales del siglo XIII para localizar, en 1282 y en una donación al monasterio de San Salvador de Oña, al primer Velasco a partir del cual es posible seguir con seguridad la línea del linaje.

En aquella fecha, en efecto, un:

 

I.- Fernán Sánchez de Velasco aparece entregando a la gran abadía castellana un heredamiento en Navas de Bureba y, seis años más tarde, su viuda y su hijo:

 

II.- Sancho Sánchez de Velasco volverán a relacionarse con aquel monasterio con motivo de una venta. Será este último personaje el protagonista del ascenso definitivo de la familia. Sin que conozcamos las circunstancias exactas, el hecho es que aquel hidalgo Sancho Sánchez de Velasco que, hasta entonces, parecía simplemente un miembro de lo que podría ser una aristocracia comarcal de las Montañas de Burgos, se vio favorecido por el rey Fernando IV, quien lo nombró sucesivamente, Adelantado mayor de Castilla, Justicia mayor de la casa del rey y nuevamente Adelantado mayor de Castilla y Adelantado mayor de Andalucía. Cuatro decenios más tarde, el libro Becerro de Behetrías se hará eco, a mediados del siglo XIV, de este ascenso cuando, a propósito de algunas aldeas de la zona de las Montañas de Burgos, recuerde que "este logar fue del rey e fue dado a Sancho Sánchez de Velasco..."

 

Este cabeza del linaje de los Velasco debió morir entre 1315, en que aparece por última vez, con ocasión de las Cortes de Burgos, y 1321, en que su mujer (Sancha García), al hacer testamento, menciona su viudedad. Tal vez, Sancho Sánchez de Velasco acompañó en su triste destino, en la derrota infligida por los nazaríes a los castellanos en la vega de Granada en 1319, a los infantes don Juan y don Pedro. Antes de aquella fecha, en 1313, ese primer Velasco había fundado el convento de Santa Clara de Medina de Pomar, que se convertirá en el panteón de la familia. A la vez, la propia villa empezaba a aparecer ya como capital de lo que, andando el tiempo, será el estado señorial de los Velasco.

 

La muerte de Sancho Sánchez de Velasco debió ser seguida o precedida incluso por la de un hijo suyo, a quien se ha supuesto su primogénito. Sea o no cierto, el hecho concreto es que la viuda doña Sancha García será, durante unos años, la tutora de un segundo hijo:

 

1.- Sancho Sánchez el mozo. Murió joven. Algunos le identifican como el esposo de Leonor de Guzmán. Muy dudoso.

2.- Fernán Sánchez de Velasco, que sigue la línea.

3.- Teresa de Velasco. Casó con Juan Fdez. de Padilla.

4.- María Sánchez. Casó con Gutierre Díaz de Sandoval. Tras e nviudar se hizo monja.

5.- Elvira de Velasco. Casó con Alfonso Jofre Tenorio, almirante mayor del mar en tiempos de Aldonso XI.

6.- Sancha de Velasco. Casó con Lope Díaz de Rojas, Prestamero mayor de Bizkaia.

 

III.- Fernán Sánchez de Velasco, quien, al menos, en 1332, figura ya a la cabeza del linaje. Ese año, como miembro de la llamada Cofradía de Amaga, integra el grupo de nobles alaveses que reconoce el señorío de Alfonso XI en Álava. Su matrimonio con doña Mayor de Castañeda (“que trajo en casamiento a la casa de Velasco la villa de Palaçios de la Sierra y otros vasallos en la Hoz de Lara, y la casa que tiene en la villa de Salas Gonçalo Gustos, padre de los sieteynfantes de Lara”, Señora de Palacios y de la Casa de los Siete Infantes; hija de Diego Gómez de Castañeda y de Juana de Guzmán) y su servicio al monarca, que acabó costándole la vida en el sitio de Algeciras en 1344 y que no se tradujo, que sepamos, en nombramiento alguno, como los que su padre disfrutó, justifican sólo en parte el amplio señorío del que, a tenor del Becerro de Behetrías, disponía el linaje de los Velasco en las merindades de Castilla, especialmente, en las más septentrionales. En ellas, gentes de más de doscientas aldeas mantenían, por diversos conceptos, relación de dependencia respecto al linaje. Aún así, y según la propia encuesta contenida en el Becerro, los Velasco no podían considerarse todavía entre los linajes más encumbrados de la región.

Tras la muerte de Fernán Sánchez de Velasco será su primogénito, el primero de los numerosos

 

IV.- Pedro Fernández de Velasco (y Castañeda) de la historia, quien se ponga al frente del linaje. Como acabamos de indicar, el Becerro de Behetrías testimonia el importante señorío de que disponía en 1352, fecha de la encuesta que sirvió a la redacción de aquel libro. Es probable que su posición quedara afianzada por su fidelidad al rey Pedro I en los primeros años del reinado del monarca. Esta situación debió prolongarse, con intermitencias, hasta 1360, fecha en que Pedro Fernández de Velasco fue encargado por el rey de la frontera de Murcia amenazada por el monarca aragonés Pedro el Ceremonioso. Fue, justamente, en esa ocasión cuando Pedro Fernández de Velasco abandonó a su rey y su reino y marchó a Aragón, donde pronto se significó como uno de los apoyos más sólidos de Enrique de Trastámara, hermanastro de Pedro I, aspirante al trono castellano. A partir de ese momento, la fidelidad del cabeza del linaje de los Velasco será premiada incesantemente por Enrique de Trastámara. Lo fue con ocasión de su proclamación como rey en Burgos en 1366, en que como primera “merced enriqueña” cedió a don Pedro Fernández de Velasco la villa de Briviesca, que iba a ser en seguida una de las capitales históricas del linaje. Lo fue con ocasión de la prisión del Velasco por las tropas del Príncipe Negro, aliado del rey don Pedro, en la batalla de Nájera en 1367. Y lo fue, sobre todo, cuando Enrique de Trastámara se convirtió en rey de Castilla desde 1369. El mismo año Pedro Fernández de Velasco no sólo recibía la villa de Medina de Pomar sino que se convertía en Camarero mayor del rey, cargo de la máxima privanza del monarca que, en adelante, quedará vinculado al linaje de los Velasco.

Desde el triunfo de Enrique II, la biografía de Pedro Fernández de Velasco al servicio de los dos primeros Trastámara, Enrique II y Juan I, estuvo caracterizada por la prestación de continuos servicios, diplomáticos, militares, políticos, hasta el momento en que, en el curso de la guerra por la sucesión de Portugal, en el asedio de las tropas castellanas a Lisboa, murió de peste en 1384.

 

 

Pedro Fernández de Velasco casó con María Sarmiento, al tiempo que su hermana Leonor de Velasco lo hacía con el señor de esta casa de Sarmiento (hijos ambos de Diego Fernández Sarmiento).

 

Pedro dejó algunos hijos bastardos, siendo dos de éstos:

1.- Sancho Sánchez, a quien dio la Casa de la Revilla en Val de Porres y otro heredamiento junto a Medina de Pumar que se llama San Julián. Con descendencia.

 

2.- Pedro, ,al que su padre dio la casa Velasco de Trasmiera.

 

Pedro tuvo de María Sarmiento dos hijos y una hija:

 

3.- Juan de Velasco, que sigue.

 

4.- Diego de Velasco, señor de Cuenca de Campos y padre de:

4.1.-  María de Velaco que se cassó en la cassa de Ayala y no tubo hijos y dejó quando murió a Quenca de Campos a su primo el conde de Haro.

 

5.- Mayor de Velasco, “la qual –según Pedro Fdez. de Velasco- cassó con el señor de la cassa del marqués de Astorga y llebó en casamiento la uilla de Rroales. Desçienden della el marqués de Astorga y los que después deste tiempo desçienden de su cassa, que son el conde de Altamira y, por mugeres, el conde de Lemos y el conde de Luna e otros caballeros”.

 

Tema éste discutido por los genealogistas. He aquí lo que al respecto dice José Antonio Martín Fuertes en “El Marquesado de Astorga”:

“Por su testamento, otorgado en 1402, Alvar Pérez Osorio constituyó a Juan Alvarez, su hijo mayor legítimo, por heredero de todos sus bienes muebles y raíces, excepto Zotes y Villaestrigo, aldeas de su señorío del Páramo, que dejó por su vida a Garci Alvarez Osorio. Ambos hijos le habían nacido de la primera esposa, doña Constanza de Haro, pues no parece haber tenido descendencia de la segunda, doña Mayor de Velasco, aunque no existe unanimidad al respecto entre los genealogistas”.

 

V.- Juan de Velasco (y Sarmiento), a quien el monarca Juan I de Castilla confirmó, en el mismo cerco de Lisboa,  como nueva cabeza del linaje y, a la vez, refrendó la alta estima que el rey tenía a la familia, confirmando a Juan de Velasco en el cargo de Camarero mayor, que había ocupado ya su padre, y otorgándole el título de Merino mayor de Castilla Vieja. Con esta concesión, el monarca revalidaba la hegemonía social de los Velasco en las tierras septentrionales del reino. Desde ese momento, la carrera política y la fortuna de Juan de Velasco apenas conocieron otras dificultades que las derivadas de la resistencia de los vecinos de algunas de las aldeas de Castilla Vieja a aceptar su señorío.

En cambio, en el ámbito de la corte, su predicamento fue indudable. Primero, con el propio monarca Juan I. Después, en los conflictivos años de la minoría de Enrique III. Más tarde, durante la mayoría de edad de éste, gracias al apoyo mutuo entre el monarca y los cabezas de un reducido grupo de linajes fieles. Fueron ellos los jefes de fila de la que Salvador de Moxó denominó "nobleza nueva", que, como hemos visto, hundía sus raíces en situaciones privilegiadas, al menos, desde hacía siete u ocho decenios y que estaría llamada a ejercer su poder social durante siglos. Y, por fin, una vez muerto Enrique III, Juan de Velasco, convertido en uno de los dos nobles encargados de la crianza del futuro monarca Juan II, supo sortear con habilidad los turbulentos años de esa minoridad y tener, incluso, la oportunidad de ser, a las órdenes del infante don Fernando, uno de los participantes en la exitosa toma de Antequera en 1410. Ocho años después, moría Juan de Velasco.

Su sucesor:

 

VI.- Pedro Fernández de Velasco II, beneficiario del mayorazgo principal, constituido por su padre junto a mayorazgos menores que consignó para cada uno de sus otros cuatro hijos varones, se encontró en 1418 con un enorme patrimonio. Si su abuelo lo había construido gracias a las abundantes donaciones reales, su padre lo había consolidado gracias a una política sistemática de compras. Formaban parte de ese mayorazgo que Pedro Fernández de Velasco II heredó los señoríos tradicionales y más importantes de la familia, que ocupaban, además, la zona central de las posesiones del linaje. Esto es, la practica totalidad de la actual provincia de Burgos, la parte oriental de la de Falencia, el este de la de Cantabria y el oeste de la de Vizcaya.

 

La vida de Pedro Fernández de Velasco II, que mereció uno de los capítulos de la obra de Fernando del Pulgar sobre los Claros varones de Castilla, se entreveró, entre 1418 y 1458, año en que se retiró voluntariamente de la escena pública, con los episodios de enfrentamiento entre los bandos nobiliarios de Castilla. En efecto, durante el reinado de Juan II, el cabeza del linaje de los Velasco tomó parte activa en los bandos que capitanearon, de un lado, el condestable don Alvaro de Luna, y, de otro, los infantes de Aragón, hijos de Fernando "el de Antequera". En ese tramo de su vida, Pedro Fernández de Velasco II será premiado por el rey en 1430 con la concesión de la villa y el título de conde de Haro.

Diez años después, en 1440, la crónica del mismo monarca Juan II recogía con admiración y minuciosidad la descripción de la espectacular fiesta que, en señal de bienvenida al reino, dio el conde de Haro en su villa de Briviesca a la infanta Blanca de Navarra, prometida del futuro Enrique IV de Castilla. Según el relato del cronista, las fiestas resultaron todo un signo de la riqueza y, sobre todo, de la capacidad y voluntad de exhibirla por parte de uno de los más poderosos rico-hombres del reino. En contraste, tan frecuente en la época, con este despliegue de riqueza y mundanidad, en 1458, esto es, en los primeros años del reinado de Enrique IV, el conde de Haro renunció a la vida de la corte y se retiró a su villa de Medina de Pomar, donde, tras dedicar sus últimos años a la oración y el estudio, murió en 1470.

En 1458, doce años antes de su muerte, Pedro Fernández de Velasco II, quien mantuvo, durante su vida, los dos cargos heredados de su padre y vinculados ya al mayorazgo, Camarero mayor del rey y Merino mayor de Castilla Vieja, constituyó cuatro mayorazgos, uno para cada uno de sus hijos varones. De los cuatro, el principal fue a favor de su primogénito y sucesor en la cabeza del linaje:

 

VII.- Pedro de Velasco. Para éste, la retirada voluntaria de su padre de la escena política en 1458 supuso convertirse en jefe del linaje de los Velasco. Esto es, en señor arraigado en un sinnúmero de localidades desparramadas entre el mar Cantábrico y el río Duero.

Como había acontecido a su padre en el reinado de Juan II, el nuevo Pedro de Velasco también fue protagonista en los enfrentamientos nobiliarios del reinado de Enrique IV y primeros años del de los Reyes Católicos. En un primer momento, lo hizo frente a Enrique IV y a favor de los nobles que aspiraban a destronarlo y, simbólicamente, lo hicieron en la llamada "farsa de Ávila" en 1465. Pero, aconsejado por su padre, retirado en Medina de Pomar, volvió a la fidelidad de Enrique IV, quien premió largamente a Pedro de Velasco.

De sus nuevas concesiones, la más notable desde el punto de vista político fue el conjunto de amplios poderes que hicieron de él un verdadero "visorrey" como dicen los textos en el norte del reino. Ello es lo que estimuló al noble a intentar hacerse con el señorío de Vizcaya, objetivo que no alcanzó. Tal vez, como compensación, en 1471, Enrique IV cedía al ya II Conde de Haro un juro de 300.000 maravedís al año situados en la renta de los diezmos de la mar de Castilla. Por fin, dos años después, en 1473, el mismo rey concedía a Pedro de Velasco el cargo de Condestable de Castilla. Este oficio, como los otros dos anteriores, Camarero mayor y Merino mayor, quedó vinculado al linaje de los Velasco. Los Reyes Católicos, reinantes en Castilla desde 1474, los confirmaron. De esa forma, agradecían a Pedro de Velasco la decisiva ayuda que el linaje había aportado a la causa de doña Isabel.

Otro linaje había colaborado de forma todavía más decisiva en el mismo objetivo: el de los Mendoza. Y ambos, Velasco y Mendoza, se hallaron unidos a través del matrimonio (en 1449) de don Pedro de Velasco y doña Mencía de Mendoza, hija del marqués de Santillana Iñigo López de Mendoza. De los dos, el primero murió en 1492, la segunda en 1500. Sus estatuas yacentes, en medio de la bellísima capilla del Condestable de la catedral de Burgos, proyectada en 1482 por iniciativa de doña Mencía, constituyen todavía hoy una imagen que sugiere la combinación, en el más alto grado, de poder social, riqueza económica y sensibilidad artística.

Pedro y Mencía tuvieron siete hijos; dos varones y cinco hembras:

 

1.- Bernardino de Velasco (y Mendoza), primer duque de Frías por concesión de los Reyes Católicos, hasta 1512; y, por muerte de éste sin hijos varones, su hermano.

2.-  Iñigo Fernández de Velasco (y Mendoza), que seguirá.

3.- Catalina Fernández de Velasco (y Mendoza).

4.- María Fernández de Velasco (y Mendoza).

5.- Leonor Fernández de Velasco (y Mendoza).

6.- Isabel Fernández de Velasco (y Mendoza).

7.- Mencía Fernández de Velasco (y Mendoza).

VIII.- Iñigo Fernández de Velasco (y Mendoza) hasta 1528 fueron los siguientes cabezas del linaje. Los dos mantuvieron a la Casa de su apellido en primera línea de la nobleza, como reconoció Carlos I en 1520 al declarar a Iñigo, con el título de duque de Frías, miembro del reducido y selecto grupo de veinticinco Grandes de España. Él, como uno de los regentes del reino, y su hijo:

 

IX.- Pedro, conde de Haro, como jefe del ejército real, contribuyeron a asegurar la posición de Carlos I en España. Primero, frente a los comuneros, a quienes derrotaron en Villalar. Después, frente a los franceses, que, aprovechando la revuelta comunera, habían tomado Pamplona y asediaban Logroño, a quienes expulsaron del reino.

Desde 1528 a 1559, un nuevo

 

X.- Pedro Fernández de Velasco (el IV de su nombre), el triunfador de Villalar, capitaneó el linaje. Como sus antecesores, vivió una vida pública intensa, al servicio, en este caso, de Carlos I. Más que sus antecesores, supo desarrollar a la vez una actividad intelectual impregnada del espíritu renacentista del círculo de eruditos con los que gustaba compartir sus ideales de cultura.

 

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