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HERALDIKA
Héraldique
- Heráldica - Heraldry - Wappenkunde - Araldica -
Heraldica
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Introducción a la Heráldica
Por Fernando López Permisán  |
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Considerada como arte en un principio (por cuanto supone
de representación figurada de los escudos a efectos
decorativos) y como ciencia auxiliar de la Historia en la
actualidad, la Heráldica es también llamada
ciencia del blasón (por su aspecto descriptivo de
las armas) o ciencia heroica (porque glosaba las gestas
de los caballeros).
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Consiste en el estudio de las normas correctas para el
uso, la composición y la explicación de los
blasones o escudos de armas, entendidos éstos como
insignias o emblemas honoríficos hereditarios, formados
por la combinación de figuras y colores y que son
empleados para distinguir e identificar de manera fácilmente
perceptible a individuos, familias, linajes, casas, territorios,
gremios, corporaciones y entidades del Estado o de la Iglesia.
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Para ello, la heráldica
se vale de una terminología bastante peculiar procedente
en su mayor parte de antiguos términos de origen francés,
pero cuya utilización resulta imprescindible por la
total precisión que éstos poseen. Si ya de por
sí el uso de los escudos estuvo en su origen limitado
a una minoría noble, al dotarle de un léxico
especial se dificulto aún más el acceso del
pueblo llano.
La ciencia heráldica mantiene estrechas relaciones
con otras ciencias auxiliares de la Historia como la sigilografía
(consistente en el estudio de los sellos con que se validaban
los documentos), la genealogía nobiliaria (algo así
como la historia de las familias) y el derecho nobiliario
(que estudia la sucesión en la posesión de títulos). |
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ORIGEN: TORNEOS, HERALDOS, GUERRAS Y CRUZADAS
Dejando a un lado fantasiosas teorías que afirman
que el uso de los blasones data de tiempos del mismísimo
Adán, o que el arcángel san Miguel (tan venerado
en el santuario de Aralar y en todo nuestro pais) portaba
un escudo plateado con cruz roja en su lucha contra Lucifer,
parece de común aceptación, incluso para los
estudiosos franceses, que los escudos de armas comenzaron
a utilizarse en Alemania durante el reinado del Emperador
Enrique I de Sajonia (918-936).
Surgieron ante la necesidad de identificar a los caballeros
que participaban en los torneos medievales, tarea dificultada
por el uso de yelmos y armaduras. De la misma manera que
se hace hoy en día en los partidos de pelota o en
las regatas de traineras, los distintos contricantes que
participaban en los torneos se distinguían por el
uso de colores o por la elección de determinadas
figuras que colocaban en el lugar más apropiado y
visible: banderas, estandartes, los ropajes de los caballos
o el escudo defensivo, convertido con el tiempo en el soporte
habitual de los escudos de armas.
También en nuestro pais hubo torneos (Juan Carlos
de Guerra nos habla de uno organizado por el Conde de Oñati
en 1581). En estos certámenes tenían especial
importancia los "heraldos" (de donde deriva la palabra heráldica)
que eran los encargados de dirigirlos y de identificar las
armas de los caballeros que tomaban parte en ellos, proclamándolas
al público en el momento de su entrada en liza al
son de un cuerno llamado "blasen" (de donde deriva la palabra
blasón).
Pero el uso de estas insignias no se limitaba a los torneos,
sino que también las utilizaban los caballeros en
tiempo de guerra. De hecho su boom vino gracias a las Cruzadas,
extendiéndose por toda Europa al termino de la primera
de ellas (s. XII). Los caballeros vascos acudieron a las
Cruzadas bajo el estandarte de los monarcas navarros Teobaldo
I (1239) y Teobaldo II (1268), y en unión de los
caballeros franceses. Y es que Navarra mantenía estrechas
relaciones con Francia y Alemania, durante los siglos XI
y XII, en los que se formó el arte heráldico
de dichos estados. Por eso la heráldica llegó
a nuestro pais antes que a Castilla. Primero fueron los
navarros, por influjo del norte, pero pronto llegó
a Gipuzkoa donde antes de 1200 eran ya al menos 17 las Casas
de Parientes Mayores con blasón en el libro de armería
del Reino de Navarra. Aunque al principio limitado a las
casas más importantes (las de parientes mayores o
cabos de armería) el uso de emblemas heráldicos
fue exténdiéndose luego a las demás
casas de la nobleza general. Los primeros fueron tomados
como modelo, siendo imitados cuando no mediaba parentesco
o por modificación o brisura cuando sí lo
había. Por eso al generalizarse el uso de los escudos
los cabos de linaje o primogénitos de los solares
más antiguos comenzaron a utilizar la inscripción
"No porta de otro".
Uno de los primeros escudos de armas de nuestro pais, y
antiguo símbolo del reino vascón, fue el águila
negra (arrano beltza) que portaba en su escudo el monarca
Sancho VII el Fuerte y quizás también alguno
de sus antecesores. Y es que en un primer momento los escudos
eran personales, y se elegían de manera completamente
arbitraria. Pero a principios del s. XII comenzaron a ser
permanentes y hereditarios, transmitiéndose de padres
a hijos, con lo que se empezó a llevar un registro
y a regular su uso. El trabajo de los heraldos se extendió
entonces a determinar qué escudo correspondía
a cada familia, trabajo que posteriormente realizaron los
reyes de armas y más tarde los heraldistas. Es en
ese momento, cuando los símbolos dejan de ser personales
para ser ser adscritos a linajes determinados, cuando se
puede empezar a hablar propiamente de escudos de armas.
Y para el s. XIV el titular podía ser una ciudad,
una villa, gremios y órdenes religiosas o incluso
territorios.
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SIMBOLISMOS FANTASIOSOS: LAS FALSAS CADENAS
El diseño de los escudos era muy sencillo en su
origen, limitándose a una simple combinación
de colores. Poco a poco fueron complicándose con
la introducción de las figuras, que como queda dicho
eran elegidas de manera arbitraria y sin más base
ni criterio que el capricho personal o como mucho la etimología
del apellido. Sin embargo se ha dotado a estas figuras de
orígenes, simbolísmos y significados fabulosos
y legendarios casi siempre inadmisibles. Una mezcla de fantasía
y vanidad. Fantasía de cronistas aduladores y falsarios
que tergiversaban la historia y las genealogías para
halago de burgueses vanidosos. Y para confusión de
las generaciones venideras.
Una leyenda muy difundida, incluso en nuestros días,
es la que identifica las cadenas del escudo de Navarra con
las que rodeaban el palenque de Miramamolín en la
batalla de las Navas de Tolosa (1212) y que rompió
Sancho el Fuerte. Pues bien, de haber sido así el
propio monarca las habría incluido en su escudo de
armas tras la victoria en dicha batalla y sin embargo años
más tarde seguía utilizando el emblema del
águila negra. Pero es que además, como mantiene
Faustino Menendez Pidal, las cadenas no son tales, sino
que se trataba de un refuerzo del escudo en forma de bicrucífera
o estrella de ocho puntas que ya se había usado con
bastantes años de anterioridad a la batalla.
Se salvan de las interpretaciones fantásticas los
llamados escudos parlantes, tan abundantes en la heráldica
vasca, y que intentan ser una representación gráfica
del significado etimológico (falso en muchas ocasiones)
del apellido. Ejemplos hay a montones: Idiaquez trae un
buey (Idia), Zaldibia dos caballos (Zaldi Bi), Olleta dos
ollas, Sagastizabal un manzano (Sagasti),... Quizás
rigiesen los caprichos simbólicos en la elección
de un escudo pero una vez elegido pasaba a representar a
la familia en todas partes, y puesto que la casa era la
esencia misma de la familia vasca el escudo pasaba a formar
parte de la misma, siendo colocado en el lugar más
importante de ella.
Hasta finales del s. XVI era costumbre general pedir autorización
mediante acta notarial a los poseedores de las Casas armeras
o parientes mayores de los linajes para la utilización
de sus escudos (siempre que se fuese descendiente de dicho
solar). A raiz de la Real Pragmática dictada por
Felipe II el 23 de septiembre de 1595 la autorización
del uso de armas recayó en los Reyes de Armas que
expedían diplomas al efecto.
Pero también era frecuente que la propia casa solariega
cambiase de escudo de armas a pesar de seguir en manos del
mismo linaje. Y es que hombres de letras y militares preferían
en muchas ocasiones hacer ostentación de sus propios
méritos que de los de sus mayores, y a pesar de tener
heredados escudos escogían otros nuevos al obtener
nuevo grado académico o alguna señalada victoria
(era común adoptar las armas del vencido).
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CONCLUSIÓN
Los escudos de armas, surgidos con un marcado carácter
individual al amparo de las Cruzadas y los torneos medievales,
son hoy el distintivo de casas, familias y linajes. Pero
no se debe caer en el error de pensar que a cada apellido
le corresponde un escudo de armas, pues de la misma manera
que hay apellidos sin escudo hay también algunos
que les corresponde más de uno (pertenecientes a
linajes distintos).
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