Exposiciones Antón Hurtado

 
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Antón Hurtado

Galería Lumbreras
Bilbao


Del 3 al 30 de noviembre de 2009




...al otro lado del horizonte

000000000000“La vida es lo que hacemos de ella.
000000000000Los viajes son los viajeros.
000000000000Lo que vemos no es lo que vemos,
000000000000sino lo que somos.”
000000000000000000000Bernardo Soares
000000000000000000000"Libro del Desasosiego"

Puertos, pabellones, turberas, hangares, edificios, todos ellos son espacios delimitados que albergan la posibilidad de refugio para el viajero impenitente. Si bien podemos trasladarnos físicamente a los lugares más insólitos, no es menos cierto que desde el exiguo espacio de una habitación, de un estudio de pintor, se pueden realizar las travesías más insospechadas, pues, como dice Soares, los viajes son los viajeros.

0000 Antón ha ilustrado y descrito su camino a Santiago, nos ha ofrecido cientos de acuarelas naturalistas de lugares próximos y entrañables, y ahora nos desnuda sus impresiones de Irlanda, despojándolas casi de materia y de contexto, queriendo hacer liviano y transparente lo que está en las entrañas de las cosas, detrás de la raya del horizonte.

0000 Es esta una tarea que reinaugura una y otra vez nuestro destino humano: arrancar información a lo innombrable, sea por la vía de la ciencia o el conocimiento filosófico, sea por el camino del arte. Aquello que está más allá de cualquier refugio, en esa especie de caos primigenio, constituye un reto metafísico, el ímprobo trabajo de rescatarlo a la seguridad de lo habitable, de lo nombrable, de lo representable, y así ensanchar el mundo, nuestro humano universo y estimular, a la postre, nuestra mutable identidad.

0000 No existe demasiado tiempo para la satisfacción, pues la tarea es eterna, tanto como dure nuestra presencia en este mundo. Y no podría ser de otra manera, pues todo ideal es estímulo para una acción que sabe de su postrera derrota, pues los logros son siempre exiguos enfrentados a las primeras esperanzas. También lo decía Soares recurriendo a la palabra poética, “los grandes paisajes son para mañana y nosotros ya hemos vivido”.

0000 Sin embargo, es este fiasco la materia fundamental de aprendizaje, pues no existe otro camino. Le decía admirablemente Maqroll el Gaviero, “la caravana agota su significado en su mismo desplazamiento”, e incluso su amigo Abdul Bashur, soñador del navío ideal, era si cabe más explícito, “ya aprendí y me acostumbré a derivar de los sueños jamás cumplidos sólidas razones para seguir viviendo”.

0000 El universo es enorme y diverso y nosotros, por muy tenaces aventureros que seamos, “vemos lo que somos”, pues, volviendo a Soares, “quien ha cruzado todos los mares ha cruzado tan sólo la monotonía de sí mismo”.
00000000000000000000000000000Mikel Iriondo

 




















Antón Hurtado
Latitude 54.283 Longitude -9.367



Museo Gustavo de Maeztu

Estella-Lizarra (Navarra)


Del 17 de Abril al 17 de Mayo de 2009


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Cosas mías
Antón Hurtado

Galería Estela Docal
Peña Herbosa, 11
39003 Santander
Tel y Fax: 942 21 48 15
esteladocal@hotmail.com
www.esteladocal.com

20 Junio . 30 julio 2008

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Espacios personales
Antón Hurtado

TRINTA Arte Contemporánea
Rúa Virxe da Cerca, 24, baixo
15703-Santiago de Compostela
Tel y Fax: 981 58 46 23
http://www.trinta.net
galeria.trinta@corevia.com

Marzo-Abril 2007

 












 
 

Lugares personales
Antón Hurtado

GALERIA DE ARTE
Juan Manuel Lumbreras
c/ Henao, 3 - 48009 Bilbao
Tel. 94 424 45 45
Fax 94 439 51 94
galeria@galerialumbreras.com
www.galerialumbreras.com


Del 30 de Octubre al
25 de Noviembre de 2006



Referencias en prensa
El País

ABC
El Correo
Periódico Bilbao
Gara
Caminante inquieto


Texto del catálogo
Lugares personales
(Oficio de paciencia)

Mikel Iriondo

Siempre ha existido un afán por comprender, por desentrañar el corazón secreto de todo lo que nos rodea. El asombro ante la existencia va unido al titánico esfuerzo de poner orden, de configurar un mundo habitable. Si acaso lográramos sencillez en nuestra manera de ver y comprender cuanto nos circunda y una suave benevolencia en nuestro trato con el prójimo, el camino recorrido no podría estimarse como baldío. La permanente dificultad del acuerdo y la obligada entrega a esa lucha cotidiana que nos hace humanos, realimenta una llama que arde a la medida de nuestra esperanza. El débil fulgor de este ánimo busca por doquier razones para perseverar, para avivar su propia luz y proyectarla a la complejidad de lo humano. Y no hay más, puesto que no hay otro universo que aquel que elaboramos a nuestra medida.
Desde antaño los esfuerzos ante la diversidad, esa especie de caos innombrable, han llevado a pergeñar alternativas que permitan soportar el peso de la existencia. Este “ser caído en el mundo” difícilmente ha sobrellevado con alegría su destino inexorable e incluso la asunción del azar y la apuesta nietzscheana por un mundo humano enajenado de lo divino, no es más que otra página de heroísmo intelectual tratando de apaciguar el desaliento. Este bregar frente a la opacidad es lo que nos identifica como humanos, lo que nos permite elaborar tablas de sujeción temporales. El remedio a ese mal que paradójicamente constituye el inaudito regalo de la vida, ha tomado múltiples vertientes, de las que aquí apuntaré cuatro: la religión, la filosofía, la ciencia y el arte.
Existe una evidencia que siempre tiende a solaparse: si algo tiene valor, sea éste positivo o negativo, es porque se inserta en nuestra existencia finita. Si fuéramos inmortales, nada en absoluto merecería la pena. Admitir la caducidad puede resultar insoportable, y en no pocas ocasiones nos refugiamos en una promesa de felicidad eterna, en esa vida futura que las religiones prometen. No en vano el poeta portugués Fernando Pessoa dijo aquello tan soberbio de que “la religión es una teoría científica para que dure el universo”.
Siguiendo un esquema clásico de separación entre el terreno de la fe y el de la razón, no parece pertinente dar razones en el terreno de la creencia puesto que se trata de una dimensión personal e inefable, aunque a veces se vuelva inaguantable cuando trata de convencer, por la fuerza, al incrédulo o al disidente. El filósofo Clément Rosset lo ha dejado meridianamente claro: “la creencia no espera ninguna confirmación de la experiencia por razones obvias, puesto que no hay en ella ninguna idea que pueda ser intelectualmente confirmada”
Las razones de la Filosofía, o mejor dicho, las razones de los filósofos, han pecado a menudo de un nivel de abstracción que las elevaba dos palmos por encima del sentido común humano. El malogrado filósofo Laurent Michel Vacher, enemigo de todo elitismo erguido en el pedestal del discurso oscuro e ininteligible, decía irónicamente que “la principal función de la filosofía es la de acreditar tonterías desacreditando evidencias”.
Los filósofos tradicionales nos prometían un mundo mejor si ajustábamos la realidad a los ideales, que por otra parte suponían desenterrar las claves ocultas de la existencia. O sea, que el filósofo desentrañaba el lenguaje del mundo y, generoso, nos lo entregaba para disfrute universal. El lego, incontables veces, no acertaba a comprender tan sofisticado lenguaje y, así, el esclavo que dialogaba con Sócrates, si bien al principio no sabía por donde guiar su pensamiento, acababa por descubrir, supuestamente por su propio esfuerzo, la verdad oculta de los diferentes problemas. Ahora bien, ¿surgía este saber del propio esclavo o era guiado por el maestro hacia la verdad? Si era Sócrates quien le conducía hacia tan transparentes reinos, ¿por qué confiar en la verdad del pedagogo? Kant, afortunadamente , fue más lejos con su “atrévete a pensar”, donde la autonomía personal no estaba supeditada a ningún lazarillo socrático.
Lo sorprendente, sin embargo, es que a medida que ha transcurrido el tiempo gran parte del pensamiento filosófico, despreciando la divisa de la sencillez, ha caído en arcanos y subterfugios incomprensibles, en una especie de aristocracia intelectual no accesible a los no iniciados. En esto tenía razón L.M.Vacher. Algo idéntico ha pasado con el arte, no nos engañemos, en cuanto se ha visto atrapado entre las redes del texto, del discurso, porque ahora parece que es la gramática la que dictamina sobre la legitimidad de las preguntas y propuestas. Resulta gracioso encontrarnos con estos adoradores de lo incomprensible, de todo lo ambiguo por explosión semántica incontenible, de lo vano y vacío, en suma, con aquellos nihilistas amigos de la nada que, eso sí, exigen mucho trabajo neuronal al despistado. Existe un proverbio sueco que ilustra todo esto magistralmente: “la sabiduría inútil sólo se diferencia de la tontería en que da mucho más trabajo”. Sencillamente insuperable.
Por ello, no tiene sentido sorprenderse cuando, al acudir a una librería, los textos filosóficos se hallan entreverados con los manuales de autoayuda, los libros de teosofía o los esoterismos más diversos. La fe en desentrañar las claves de lo existente nos conduce ahora hacia el Oriente o a la lectura jeroglífica a la manera del “Código da Vinci”. Todo es cuestión de perseverar y dar con el sendero adecuado: existe un lenguaje que nada más ser pronunciado por el experto nos abre las puertas que comunican con el Universo Verdadero. Unos saben, los demás esperamos la revelación para que suene la flauta, el melodioso sonido de los goznes del portón hacia ese mundo cristalino.
Si Kant levantara la cabeza también se asombraría de los derroteros de la ciencia. El carácter pragmático y experimental de las disciplinas científicas ha ido sustituyendo su decurso falible por la fe en la infalibilidad de la técnica. El poder técnico de constricción, de dominio, ha sustituido al afán liberador de la experiencia científica que no se detenía en verdades sino que confiaba en la posibilidad de enmendar lo dicho. La contingencia del saber científico ha sido sustituida por la necesidad del imperio de la técnica. Parece que frente al inseguro asidero de lo posible, los humanos preferimos la fosilización de lo perpetuo, de lo inamovible, mientras paradójicamente nos movemos no sin esperanzas de mejora. Como ya dijera Galileo con respecto a la Tierra: “Y sin embargo, se mueve”. Esperemos tener mayor fortuna y poder indultar nuestra condena, esta parada técnica.
Del arte, que es lo que nos reúne ante esta exposición de mi amigo Antón Hurtado, diré que se han dicho últimamente demasiadas tonterías. La principal de ellas, que ha muerto. Efectivamente, si uno cae en la trampa de las redes textuales, todo acaba en aquello que se dice del arte y ese carácter reflexivo de la experiencia artística fulmina la obra para potenciar la narrativa, sea filosófica, poética (¡cuánto texto indigerible se ha escrito!) o de cualquier otro tipo. Sin embargo, aquí estoy, escribiendo sobre arte, incurriendo en un círculo vicioso semejante a la pescadilla que se muerde la cola. Por eso, cual Barón de Munchausen, sólo podré salir de este atolladero, de este charco cenagoso en el que me he metido, estirando hacia arriba de mis propios pelos.
Soy de la opinión que el arte, lejos de morir, aunque de cierto muere cuando se torna previsible y se hace repetitivo, busca a cada momento emerger de nuevo, y de hecho y sorprendentemente, se producen nuevos alumbramientos. El arte permite proponer nuevas alternativas a las visiones obsoletas y estereotipadas. El decurso de Antón Hurtado a lo largo de sus ya muchos años en la pintura no ha sido fácil, siendo además el propio artista quien se ha planteado nuevos retos en el camino, tratando así de huir del encasillamiento. Posee una técnica sobrada, pero esto nunca le ha parecido suficiente, pues los logros de ayer son retos para mañana y no conviene dormirse entre los pinceles. Sabe que no duplica nada, que no persigue una representación de la realidad, sino que trata de ofrecernos un fragmento de experiencia, un motivo que no necesita nombrar. Tampoco sabe a ciencia cierta si se expresa, a pesar de que este sea un concepto repetido hasta la saciedad, y sin el menor fundamento, entre los artistas, puesto que existe una diferencia insalvable entre aquello que originalmente se intuye perseguir y lo que finalmente se logra. Por eso, idénticos temas se repiten sin cesar tratando de que la intuición primera acuerde con un grado de satisfacción, ante la obra terminada, lo más elevado posible.
Pinta Antón sus lugares personales, pues en rigor ningún artista puede sustraerse o hurtarse esta posibilidad, todo lo humano es personal, aunque no implique necesariamente el consabido “me expreso”. Lugares que no son territorios reconocibles en un mapa cartográfico, sino espacios habitados por sus preocupaciones, por sus esperanzas, por sus deseos de hallar un refugio manso, la añorada benevolencia del sosiego. Hay figuras que le persiguen, sean pictóricas o escultóricas, y él les persigue a ellas hasta darles fugaz alcance mientras se le escapan de nuevo, aunque quizá permanezca esa estela de color, esa especie de aura que dilata el artificio. Tarea ímproba la del artista que nos trae ante los ojos la perplejidad de su mirada, de esa experiencia que se ha ido enriqueciendo con el tiempo. Incluso nos propone hallar cobijo en un espacio íntimo, que puede ser el del artista, o el nuestro propio. Es el ámbito del mirar con sentido, apartados de lo habitual, encerrados en el gratuito juego de una promesa siempre inagotable.

 















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Reencuentros
Antón Hurtado

Sala Spiral
Rúa de Medios, 22
31390 Olite / Navarra
Tels. 699 81 31 77 - 690 30 31 56
E-Mail spiral@salaspiral.com

Del 13 de mayo al 8 de junio de 2006



Texto del catálogo
Durante el último año he pintado bastantes cuadros con montañas como tema central. Quizá sean el sustitutivo a las formas cónicas con las que venía trabajando, que incorporaba en los márgenes o el centro del lienzo creando posibles paisajes que ahora busco en la Naturaleza en mis salidas al campo.
Un ejemplo es la Peña de Unzué, al norte de Tafalla, en Navarra, lugar por el que paso varias veces al año.
La falda asciende suavemente cubierta de delicados verdes de carrascas, encinas, almendros y matorral, hasta casi llegar a la cima en la que, de forma explosiva, emerge exuberante su desnudez pétrea ante el cielo negro de la tormenta del norte, se envuelve en algodonosas nieblas antes de romper el día, o la vemos vestida de escarcha las frías mañanas invernales.
Aparece mágica, como habitada por seres ajenos a los automovilistas que pasan acelerados o con indiferencia hacia los habitantes de la aldea de la que toma el nombre y que viven sus días a sus pies.
Decidí acercarme. Eran las primeras horas de la mañana de un día del pasado diciembre. Hacía frío y lloviznaba. No pude salir del coche. Me las apañé para pintar en el interior mientras las nubes cruzaban a gran velocidad el cielo y el sol buscaba entre ellas un resquicio por el que penetrar. Al terminar, el cielo se había despejado y comenzaba a sentirse el calor de los rayos del sol. Un día primaveral en diciembre.









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Silencios.
20 pintores navarros



BALUERTE

Palacio de Congresos y Auditorio de Navarra
Pamplona


Del 31 de marzo al 3 de junio de 2007


Se pueden contemplar en la exposición actual un total de 88 obras correspondientes a: Florencio Alonso, Juan José Aquerreta, Alfonso Ascunce, Javier Balda, José Miguel Corral, Santiago García, Luis Garrido, Elena Goñi, Antón Hurtado, Miguel Leache, Jokin Manzanos, Ignacio Muro, Félix Ortega, Pedro Osakar, Pedro Osés, Diego De Pablos, Julio Pardo, Dick Rekalde, Jesús Rivero, David Rodríguez Caballero, Pedro Salaberri y Koldo Sebastián.


Referencias
Baluarte
Diario de Navarra
Navarra.es





Catálogo razonado
JUAN MANUEL BONET

 

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Antón Hurtado
Latitude 54.283 Longitude -9.367



Museo Gustavo de Maeztu

Estella-Lizarra (Navarra)


Del 17 de Abril al 17 de Mayo de 2007


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Texto Mikel Iriondo Pintura