CAPITULO
4º
Época
anterior a la fundación de la Villa de Bilbao (Cont.)
El
Señorío de Vizcaya
La
primera referencia histórica a una entidad llamada Vizcaya, proviene de
finales del siglo IX.
Como
ya sabemos, quienes por primera vez recogieron noticias referentes al
territorio vasco, fueron los geógrafos romanos que ya hemos comentado. Y nos
dijeron que lo que actualmente es Vizcaya, estaba habitado por las dos tribus
más occidentales, es decir, por los autrigones y por los caristios, cuyo límite
fronterizo coincidía con el Nervión.
También
hemos dicho, que la presencia de Roma no alteró demasiado los modos de vida
de estas tribus en su parte norte, por la mayor dedicación a su granero y a
su bodega en su parte sur.
Durante
el largo período de convivencia con visigodos, francos y árabes, la
oscuridad histórica, con pequeñas excepciones, afectó a todo el País
Vasco. Sólo las imprecisas noticias de un Ducado de Vasconia, nos hablan de
la posible existencia de una demarcación que lo incluiría.
No
reaparecería en la historia el territorio vizcaíno, como ya hemos dicho al
principio, hasta el año 900 más o menos. La Crónica de Alfonso III el
Magno, rey de Asturias y León, que subió al trono en el año 866 y abdicó
en el año 910, empleaba el nombre de Vizcaya por primera vez. Y lo hizo
refiriéndose a unos acontecimientos ocurridos durante el reinado de Alfonso I
el Católico, rey de Asturias, coronado en el año 739, con el dato siguiente:
“Alava, Vizcaya, Alaon y Orduña siempre habían sido poseídas por sus
habitantes”.
Más
tarde, en las postrimerías del siglo X, el Códice Rotense menciona a un tal
Momo, conde de los vizcaínos. Vizcaya adquiriría así una personalidad política,
apareciendo, además, como Condado.
Sin
embargo, de ninguno de los dos documentos se deducían límites de Vizcaya.
Todo hace pensar que la Vizcaya del siglo X se identificaba con la Vizcaya
nuclear, es decir, se excluían las Encartaciones y el Duranguesado. Y
posiblemente llegaría hasta el río Deva. Cubría así la parte septentrional
de la zona que habían ocupado los caristios.
Un
documento posterior del Monasterio de San Millán de la Cogolla, que data del
año 1.086, parece confirmarlo.
Si
como Condado aparecía en el siglo X, fue durante la Alta Edad Media, a partir
del año 1.040, cuando Vizcaya nuclear adquirió la forma política de Señorío.
Y este Señorío oscilaba entre la corte navarra y la castellana (primero
monarquía asturiana y luego castellano-leonesa).
El
período de dominio navarro llegaría, con alguna posible interrupción, hasta
1.076, cuando, con la muerte, en Peñalén, de Sancho Garcés IV, que reinó
desde 1.054 hasta 1.076, la monarquía navarra inició su decadencia. Y la
Vizcaya nuclear pasaría entonces al ámbito castellano.
En
efecto, sobre Iñigo López, que inicia la serie continua de los Señores de
Vizcaya (fue Señor de 1.040 a 1.077), existen documentos navarros que datan
del año 1.040. Y es el mismo Iñigo López el que mantiene su cargo y título,
bajo el rey castellano Alfonso VI, que subió al trono en 1.065.
Durante
el siglo XII Vizcaya alternó su dependencia política. De 1.135 a 1.180
pertenecería a Navarra con una relativa estabilidad. Sería en 1.180 cuando
la Vizcaya nuclear pasaba definitivamente al ámbito de influencia castellana,
siendo Señor de Vizcaya D. Diego López de Haro II “El Bueno”.
Hemos
venido hablando de la Vizcaya nuclear. Para completar nuestra Vizcaya actual
diremos que:
-
El Condado de Durango formó parte, de una manera estable, de la monarquía
navarra. Sería en 1.095 cuando pasó a Castilla. Y en 1.212, Alfonso VIII, el
de las Navas, lo donó al Señor de Vizcaya antes mencionado, D. Diego López
de Haro II “El Bueno”, quien ejerció como tal desde
1.170 hasta 1.214.
-
Las
Encartaciones estuvieron, excepto algún breve período, dentro del área
castellana. Pero en esta zona no cristalizó una unidad política similar a la
que había disfrutado el Condado de Durango. Así, en el siglo XI, algunas
localidades, como Santurce y Gordejuela, eran ya tierra de los Señores de
Vizcaya. Otras, como Sopuerta, Somorrostro y Carranza, pasarían a serlo en el
siglo XII. Lanestosa se incorporaría a finales del siglo XIII y Valmaseda en
las postrimerías del siglo XIV.
La
fundación de Villas
En
el siglo XI se dio en Europa occidental el fenómeno general de creación de
Villas. Su creación se debía a motivos económicos, a razones políticas, a
causas demográficas y a móviles sociales.
A
finales del siglo XI aparecerían las primeras Villas en el suelo vasco. Pero
el Señorío de Vizcaya fue el último en participar decididamente en la
fundación de Villas (finales del siglo XIII), tal vez por su diferente carácter
jurídico (en Vizcaya las fundaron los Señores y no los Reyes). Sin embargo y
pese a ello, hubo esporádicas creaciones como las de Valmaseda en 1.199,
Bermeo en 1.236 y Ochandiano en 1.259.
Fue,
como ya hemos dicho, a finales del siglo XIII y más concretamente desde
1.287, cuando comenzaron a recibir la Carta-Puebla numerosas localidades vizcaínas,
entre ellas Bilbao, el 15 de junio de 1.300, como comentaremos más adelante.
La
última fue Rigoitia en 1.376, ya en la segunda mitad del siglo XIV.
Estas
Villas nacieron, dentro de los motivos económicos, al aparecer una nueva ruta
comercial, que privilegiaba el papel de Vizcaya dentro de las transacciones
mercantiles internacionales. Era el tráfico que unía a Castilla con el norte
de Europa, a través de los puertos vascos. Surgía un eje norte-sur, que
sustituyó a las relaciones este-oeste hasta entonces prioritarias,
representadas por el camino de Santiago.
En
total obtuvieron el rango de Villa, durante la Edad Media, en Vizcaya 21
localidades. Una de ellas, Orduña, consiguió, también, el de Ciudad,
gozando, por ello, de mayores preeminencias que una Villa.
Veinte
Villas y una Ciudad. Y en tales enclaves se gestaba un nuevo mundo burgués
con sus propios valores, diferentes, por supuesto, a los del ámbito rural. En
éstos dominaban los Señores de la Tierra, llamados Banderizos.
Estas
veinte Villas y una Ciudad simbolizaban el progreso social y económico.
Todas
disfrutaron de un estatus jurídico diferenciado. Lo recibían en la
Carta-Puebla, que les otorgaba la jurisdicción de un territorio, una
estructura administrativa propia y la autorización para celebrar un mercado
semanal y para levantar una muralla. Se les concedía, también, un Fuero (en
Vizcaya se reproducía el de Logroño), con un derecho civil diferente al
derecho foral que regía en el resto del Señorío.
Surgió
así la dualidad entre el campo y la ciudad (entendiéndose como tal a las
Villas). Y esta dualidad sería, desde fines de la Edad Media, una de las
claves de la historia de Vizcaya: la guerra de bandos y el enfrentamiento
entre los linajes señoriales.